En
estos últimos días del año a todos nos
da por sentarnos y echar 365 días de mirada atrás para procurar traer a nuestra
retina lo mas destacado de lo vivido durante este año que ya se aferra a unas
pocas horas.
Para mi ha
sido el año del Tsunami. Del desprenderse para poderse encontrar.
Empezamos el
año con un terremoto de sentimientos y decisiones
que han puesto a prueba la fortaleza y la capacidad de las personas más necesarias en mi vida, de reinvertar una nueva
forma de mirar la vida, una nueva etapa, un nuevo hoizonte.
Tras cada
tormenta, como bien se sabe, siempre sale el sol… su calor nos trajo calma y
serenidad. El dulce verano siempre añorado por fin llegó.
El otoño me
propuso libertad… Deja que todo vuele, me susurró el atardecer de septiembre. Y
de esta forma solté amarras que jamás pensé por miedo a la soledad. A cambio, abrió
las puertas de mi vieja fe dormida…. El privilegio el volver a sentirme
arropada por Su presencia.
También, me
hizo desnudarme frente al mundo, mirarme
frente a frente en el espejo. Asi soy. Así quiero ser.
No sé qué
vientos traerá el año que ya empuja fuerte. Que alegrías, sorpresas, tristezas
y desengaños se enredan en ese calendario… Solo sé que las espero con ilusión,
fortaleza y esmero.