Muchas veces
me he preguntado dónde está mi sitio, mi lugar.
El hecho de tener ya una cierta
edad y no tener como los demás un proyecto de vida definido, una familia propia
creada, un trabajo si no estable, intermitente, me han hecho, en ocasiones,
sentirme vulnerable, un ente extraño en la sociedad.
He
pasado horas y horas tratando de
buscar aquello que me falta sin darme
cuenta que el sol sale día tras día ofreciéndome su cálida caricia.
Hoy he
llegado a la conclusión de que tal vez no llegue a encontrar la meta. Puede que mi fin no sea
otro que el camino.
Luchar y
batallar el presente, saborear la felicidad y aprender de todo aquello que me
propone cada día que comienza deben ser
mi objetivo principal.
Quién sabe
si mi proyecto no es otro que vivir, mi trabajo ser feliz y mi familia aquellos
que siempre están junto a mí.
Pienso que
tal vez la vida, no solo a mí, sino a todos nos pone a prueba, y nos enseña que
no debemos dejar atrás instantes únicos y valiosos por aferrarnos a un futuro
incierto.
Me quedo con
esta frase:
La vida es solo un camino, por eso
recórrelo lento y sin prisas. Disfruta
de cada paso porque tarde o temprano llegarás y lo que recordarás será el
camino.