Se va el
verano.
Un verano para mí en modo “pause” donde el reposo y el sosiego un tanto
obligados han sido mi única meta.
Se va un
verano que, aunque de forma pausada, me ha permitido ver
atardeceres en paraísos
desconocidos, hermosos, frente al mar, de la mano de los que siempre quedan, de
los que están.
Un verano de
mañanas serenas, tardes de charlas y noches de barrio.
Se va un
tiempo en el que he recobrado fuerzas perdidas.
He vuelto marcha atrás a la casilla de salida, sabiendo esta vez que la mochila va cargada de experiencias
y herramientas necesarias para la próxima partida.
En este
retroceso he aprendido a dejar ir sueños que por mucho que
se luchen son
imposibles, sobre todo si borran sonrisas.
A tomar decisiones que, aun no
siendo del agrado de todos, suman en mi vida. A ser más fuerte. A intentar en
vez de esperar.
Se va un
verano en el que se tambaleo mi fe y ahora busco ansiosa su equilibrio, Su
mirada.
Y ahora que
el otoño llega me siento firme para acatar su rutina.
No sé que
traerá… Pero estoy lista para empezar.
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